miércoles, 20 de mayo de 2009

sexta entrea: seduccion, qm

El polvo

Por Quique Martinez Lee

Al fin era la noche del 15. Dulce pegó en el cuadrito del almanaque un corazón. El primero del mes salió a comprar los ingredientes y, de pura casualidad, el tercer mudo que se subió en la ruta de la camioneta se paró a vender los cartoncitos y no hubiera podido ser más oportuno. Al principio pensó que era uno de tantos aspirantes a sordos que se encaramaban a dejar una bolsita con alguna tontera y un papelito que decía “Denme dinero”. Pero, justo antes de que pasara de regreso para ver quién había caído, se dio cuenta de que dentro del plastiquito venía un cartón con quince corazones de colores. “Ráscame” decían todos, y cuando Dulce lo hizo sobre uno color rojo, éste sacó un olorcito a Toki de fresa. Era un mensaje del destino. Ella iba con una blusa roja, su fruta favorita era la fresa y justamente faltaban quince días para que llegara la luna llena. Sacó un billete de a cinco y de paso le quedaba sencillo para el regreso. El mudo le sonrió al darle el vuelto.

Ese día, el primero, había pedido permiso en la farmacia donde trabajaba para salir temprano con la excusa de ir a cobrar el cheque de pago mensual. Lo cual hizo, en efecto, pero la verdadera misión vendría después. Entonces tomó la camioneta donde compró los corazones, y se bajó una cuadra antes del mercado para pasar comprando algo de comer y caminar hasta la tienda “Santa Marta la Dominadora”. Dos días antes, al regresar de misa, porque el primero cayó martes, caminó despacio para que sus amigas no se dieran cuenta que se iba quedando atrás. Entonces fue fácil despistarlas para entrar a la misma tienda y preguntar si ya había llegado su receta. La bruja, una señora cuyo atributo especial era que estaba demasiado maquillada, le dio una lista con ingredientes que Dulce ojeó rápidamente para poder salir y alcanzar al grupo de amigas. Ya regresaría más tranquila cuando le pagaran.

Y bueno, le pagaron dos días después, el martes, y entonces entró con el plastiquito con corazones en una mano y una bolsa de rábanos con pepita en la otra. La misma señora salió a atender después que sonara un “ding dong” electrónico activado por el paso de la clienta. Traía, literalmente, la misma cara, tanto que Dulce se preguntó si la doña se quitaba el maquillaje o simplemente se iba poniendo capa tras capa conforme se acordaba y dormía boca arriba con mucho cuidado para que no se le cayera. Le dio el listado, y la mujer empezó a moverse familiarmente entre estanterías, gavetas, velas y frasquitos con etiquetas de colores. Fue agarrando y poniendo en una bolsa sobre el mostrador varias cosas y, luego de decirle a Dulce que pasara a pagar a la caja para que ahí le entregaran el producto, desapareció tras una cortina.

La caja era un vidrio polarizado con un agujero y un letrero arriba. Pagó y reconoció la mano de la misma vieja que la atendió detrás del hoyo recibiéndole los billetes acabados de salir del banco. Esperó a llegar a la privacidad de su cuarto para abrir el contenido de la bolsa. Venían varios frascos, una lima, y un papel enrollado y cubierto por celofán. Repasó entonces la receta que le habían dado dos días antes, puso el primer corazón en el almanaque (el de fresa que ya había rascado) y se echó a suspirar y a pensar en la cama.

El 15 en la noche, después de poner el último corazón, color morado, lo rascó y acercó la nariz para disfrutar el olor a Grapette. Luego sacó el paquetito y la receta y leyó las letras cursivas:

“En una noche de luna llena

Límate las uñas de la mano derecha

Y las del pie derecho.

Agrégale polvo Dominante,

Polvo Sostén y Agarre

Y Polvo Culebrón”

Puso un platito blanco y “sin diseño”, como lo especificaban más adelante las instrucciones, y ahí fue haciendo la mezcla. El polvo más fácil de identificar era el Culebrón, porque tenía en la etiqueta el dibujo de una gran serpiente enrollando a dos enamorados desnudos flotando en las nubes. El dibujo del polvo Dominante era una mujer de oficina, seguramente una alta ejecutiva, parada en una calle con traje sastre y las manos en la cintura y al frente dos tipos adorándola de rodillas. El polvo Sostén y Agarre era algo más abstracto, porque era una rueda de colores con rayos y estrellas alrededor. Se limó bien las uñas hasta dejárselas bien cortitas para que abundara el menjurje y luego de revolverlo con una cucharita de café siguió leyendo. El siguiente paso era escribir su nombre en un pergamino con tinta de sangre de paloma, quemarlo y agregar la ceniza a la mezcla, ligar rápidamente todo y conjurar:

“Con este encantamiento

voy dominado cada átomo de mi cuerpo

y desde hoy en adelante se acercará el amor que yo deseo

por que te conjuro por el poder de los astros,

por el poder de la luna y por el poder del sol

a través de esta tu esencia

que te permite que te acerques a mí”

Ya estaba completa la primera parte del hechizo, la siguiente se llevaría a cabo el día siguiente para observar “resultados inmediatos”.

El 16, siguiendo la receta, tenía que vestirse de negro. Como casi nunca se ponía ese color lo único que encontró fue un vestido de fiesta, que para su desgracia le quedaba muy apretado, y cuando se subió el zipper se pasó trabando con una lentejuela y se rompió, dejando al descubierto los broches traseros del brassiere. Tanto había esperado para que diera ese día que decidió salir de la casa ya con la bata blanca, que era el uniforme de la farmacia y que igual y le tapaba el pedazo. Tomó la mezcla, vertió el polvo dentro de su zapato izquierdo, y salió cojeando a trabajar.

El día lo pasó entre una picazón de pie crónica y una espera incansable. Cada hombre que pasaba por la puerta de la farmacia podía ser “el amor que ella deseaba”. El señor de bigote que compró los supositorios para la fiebre. El joven de gorra que se llevó las cápsulas antigripales para la noche. El ranchero rubio de sombrero que discretamente pidió los antidiarreicos. A todos les dedicaba un tiempo extra, una sonrisa de más, una caída de ojos, pero ninguno pasaba de una simple transacción de compra y venta. Llegó la hora de cerrar, ayudó a bajar la persiana del negocio y se dirigió a su casa, todavía existía la posibilidad de encontrarse a alguien en el camino, pero ni siquiera la voltearon a ver. Esa noche Dulce apenas pudo dormir sollozando entre el olor de quince corazones frutales y el escozor que el mentado polvo le dejó.

El siguiente domingo, el 20, otra vez se quedó atrás del grupo de amigas y entró de nuevo a “Santa Marta La Dominadora”. Iba decidida a tener su dinero de regreso o sacarle la madre a la vieja mal pintada. Pero cuando entró no estaba la misma mujer, sino un hombre moreno, alto y muy huesudo, igual de viejo que la otra y Dulce hubiera jurado que también estaba maquillado. Le explicó, entonces, lo sucedido, cómo había seguido las instrucciones y no había conseguido ni “resultados inmediatos” ni resultados después. El hombre, la miraba solamente con unos ojitos pequeñitos debajo de los huesos de las cejas, echándole vistazos al papel de la receta.

-Ya se qué pasó –le dijo dirigiéndose a un lado del local después de pensar un rato- usted tiene un almanaque mal marcado, la mayoría de imprentas usan un machote sacado de los gringos y ellos no saben nada de cosas esotéricas. Las fases de la luna se expresan generalmente en horas del meridiano de Greenwich, y por eso de la rotación la hora del punto pico de la luna llena, que es a lo que hay que hacerle caso, cambia dependiendo del lugar de la tierra en que se encuentre. Aquí estoy viendo –agregó sacando un calendario en forma de círculo que se rotaba para que aparecieran las fechas y los dibujos de las lunas en un cuadrito- que la mera mera luna llena no fue el 15, sino el 14, y ahí ya tenemos todo un problema.

Era lógico e increíble a la vez cómo una pequeña equivocación de los gringos podía arruinar toda la espera y trabajo de una persona. Solventado el asunto de la fecha, no había otra cosa qué hacer, la devolución del dinero no aplicaba porque el error había sido provocado por causas externas. Pero, si Dulce lo prefería, podía comprar el “Calendario de lunas de las Brujas Wicca” y otro paquete para poder realizar el conjuro nuevamente.

-Ahora sí tengo todo lo que necesitaba -pensaba Dulce mientras revisaba la bolsa, sin sacar el contenido, cuando iba en la camioneta de regreso. En eso se subió una señora a vender cortauñas y fue ahí que se dio cuenta que al huesudo ese se le había olvidado meterle otra lima. Seguramente él pensó que ella conservaba la anterior pero a saber dónde la había metido. Por suerte el cortaúñas que llevaba la vendedora, según lo iba explicando y demostrando eficientemente, tenía una magnífica lima metálica asegurada a durar para siempre. Este sí que era un mensaje del destino, tenía que ser.

4 comentarios:

  1. De verdad que tenes un estilo muy propio me sacaste la risa. El final me encanto esa linea del mensaje del destino. Talvez solo le hubiera agregado signo de admiracion al final. Esto talvez hubiera dado enfasis en la fe de la chava.

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  2. Me parece un cuento muy bien elaborado, me gusta mucho que nunca involucraste amorosamente a Dulce con otro personaje, sino que, te enfocaste a ella totalmente. El final me parece muy bueno, pues es una descripciòn de "x" cantidad de dìas en la vida de la protagonista y no tuviste que sacar un final feliz o triste, o sea, termina con el pensamiento de ella y ya. Lo ùnico que no me gustò es que el calendario fuera de bruja wicca, a tono muy personal, lo hubiese dejado como calendario de brujas y ya.
    Excelentirijillo. Soy tu fan.

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  3. Bueno yo fan que se diga no. Pero si me gusto muchisimo, un juego de mercadeo manipulando las carencias de los demas. Tiene hasta un critica social sutilmente sugerida, es decir, se siente que no es el fin de el cuento dejar de manifiesto ninguna critica pero sin querer lo hace. Tiene un toque de humor ligeramente negro, y eso lo hace tambien triste, se burla un poco de la soledad de dulce sin denostarla...no se pa que escribo tanta "mamada" como dicen por aqui, pero me gusto y quiero explicar porque...espero que lo haya hecho.
    Queria aprovechar para darte las gracias de corazon por darte el tiempo de analizar y encontrar los nudos confusos de mi cuento. En la mayor parte de lo que dices tienes razon, en algunas como la cuestion de un adjetivo en el que cambie de genero, eso si fue un error, no fue a proposito. Ahora, en casi todo lo demas si fue intencional. En el primer parrafo, lo de cambiar de persona si resulto confuso, pero digamos que lo que queria dar era un manera muy general, muy al azar de hablar, como diciendo que a todos nos pasa o nos ha pasado ser victimas de las atracciones, la seduccion y el azar. Entonces, pense que quizas cambiando de persona seria como un juego...Pero lo que hice fue confundir. Y la frase que cambiaste si cambia (la de la espalda y las moleculas) completamente el sentido a lo que quise dar a entender, que para aclarar era que las moleculas unidas por puentes de hidrogeno, es decir moleculas de agua, caian por la espalda curveada... una imagen, una metafora. En fin, estoy siendo un poco atrevida al experimentar, pero al mismo tiempo reacciones era lo que buscaba, es la unica manera de saber si al tratar de transgredir un poco a las usuales reglas todavia llegaba el mensaje, sin importar demasiado si queda el sentido profundo a interpretacion personal de quien lee. Pero en fin, despues de tanta palabreria digo que debo estudiar un poco mas mis palabras cuando intente hacer esto de nuevo...quizas. Al re-leerlo me doy cuenta tambien, que hay alguno errorsitos de puntuacion que debo cuidar igualmente.

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  4. Defintivamente Quique podrias haber pertencido al boom latinoamericano de haber nacido antes... pero no, naciste despues...pero mamaste mucho surrealismo magico, eso es bueno si es tu estilo, pero tambien seria chilero que trataras de romper tus propios esquemas..

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