lunes, 11 de mayo de 2009

quinta entrega: El Extranjero, eb

Whisky con taste a diamantes

Por Evelyn Blanck

Cuenta la leyenda que a Federico II, al sultán turco Bajazet y a Clemente VII los envenenaron con diamantes pulverizados. A los dos primeros intencionalmente, al tercero, en un presunto intento por curarlo. Sus médicos le recetaron 14 cucharadas de polvo de diamante y otras piedras preciosas; murió antes de terminarlas. Ciertamente en la antigüedad se creía que el diamante tenía poderes curativos y algunos enfermos adinerados, aparte de ordenar que fueran triturados, los colocaban bajo su piel para sanar sus males. Ahora incluso se cree que el diamante es una piedra con gran poder para la revitalización espiritual.

Los tres diamantes que ella tenía en ese delgado anillo de oro barato eran tan pequeños, que mejor resultado habrían dado en el aro, visualmente, unas circonias grandes. En esas diminutas piedras no podía apreciarse la intensidad con la que presuntamente esa piedra preciosa captura y refleja la luz. El de ella era un anillo triste, triste como su vida. Nunca había podido apreciar en realidad un diamante lo suficientemente grande como para descubrir secretos universales en el interior de una piedra.

El anillito lo había comprado el oriental ése que ella conoció casi veinte años atrás en el banco. Luis Liu era entonces joven, recién llegado, prometedor. Él siempre se portó más que amable con ella y prefería tardarse tiempo extra en la agencia, que hacer fila en otra ventanilla que no fuera la suya. Flaco, puro fideo oriental y con los dientes un poco grandes y salidos, al principio era todo risas, a ella no le gustaba mucho, pero sus amigas le decían que no fuera tonta, que era dueño de fábrica. Y así le fue pasando, como trago amargo de café, y hasta llegó a sentir afecto por él.

Con el tiempo se casaron, se acabaron las risas tontas y comenzó el mandoneo, ella dejó de trabajar y tuvo los hijos. Fue difícil. Tenía que callarse y obedecer, como decía él que debían hacer las mujeres. Cuando él se iba, ella se quedaba en la casa y leía sobre pagodas y árboles de cerezo que él nunca quiso regresar a ver. La vida no era del todo mala, hasta el día en que las empleadas de la fábrica le contaron que él andaba con esa flaca de Sanarate.

Qué veinte años son nada, ¡veinte años son una mierda, chino desgraciado, todos los extranjeros son una mierda! Extranjera se había convertido ella ya en su propia casa, extranjera de mierda en su país. Sintió que algo gigante le crecía en el pecho y se lo oprimía. Con lágrimas en los ojos, tomó el último sorbo de whisky y lanzó el vaso contra la pared. Se sentía vacía por dentro.

Se arrellanó de nuevo en el sillón y volvió a mirar el anillo. En realidad, él se lo había regalado a su hija hacía tres años, pero a la niña nunca le interesó. Ella lo rescató un joyero viejo, siempre le gustaron las pulseras, los aretes, los collares, los anillos, que lamentablemente sólo podían ser baratos. Él ni siquiera se inmutó cuando vio el arito en su mano, o cuando se fracturó la rodilla seis años antes, o cuando rió a carcajadas el domingo anterior viendo puras estupideces en la televisión. Se sentía seca por dentro.

La lluvia comenzó a golpear la ventana, antaño hubiera agradecido el olor a tierra mojada y la música de fondo para la siesta, el espectáculo que ofrecían las gotas de agua al bajar por el vidrio. Hoy, nada veían sus ojos, ¿qiuén era ella, qué era su vida? Una cuenta bancaria en cero, donde nunca hubo depósitos de afecto voluminosos ni a largo plazo; donde ni siquiera había boleta de retiro para el dolor.

Se levantó descalza a la cocina, tomó otro vaso y puso un poco de licor. Se echó a la boca el anillo que había recogido de la mesita y, junto con un sorbo del ambarino líquido, se lo tragó.

4 comentarios:

  1. ¡Bienvenida Evelyn! ¡Qué emoción! Leon y tu los nuevos... qué elegría... En un ratin me hago un tiempo para leer los últimnos seis cuentos, creo, que no he podido leer...
    salú!

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  2. Bienvenida Evelyn.. pues aùn no sabemos hacer críticas literaras profesionales. Pero a mi me gusto tu cuento... bienvenida

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  3. Me gusta mucho esa manera dar a entender el desenlace con la introduccion, Bienvenida, ya Juan Miguel se encargó de hacerles la buena fama.

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  4. Bienvenida Evelyn. Yo hubiera jurado que la mujer iba a envenenar pero al marido. Me dio risa, pero no porque el cuento sea chistoso, porque me pareció muy melancólico; sino porque tengo una amiga que conoció a su marido que es chino, de apellido Lui (al revés de lo que vos pusiste), cuando él la llegaba a ver al banco. La diferencia es que su historia tiene final feliz, o más bien que no tiene final. Espero leerte la semana entrante.

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