viernes, 29 de mayo de 2009

septima entreGa: cuentos de amor, if

La revelación
Por Ivonne Flores

Jimena tenia cinco años la primera vez que jugó con Güicho. El le preguntó si quería jugar al papá y a la mamá y ella dijo que si. La tomó de la mano y la llevó a través del corredor hasta la escalera y juntos subieron a la azotea; lejos de la mirada del resto de la familia el juego comenzó. Güicho tenía catorce anos y era hermano de la madre de Jimena. Hacía poco tiempo que empezó a descubrir su sexualidad, las ganas de tocar y ser tocado. Se masturbaba con frecuencia y ese sábado de reunión familiar vio a Jimena con su pequeño vestido azul mostrando sus tiernas piernas rollizas y se sintió excitado. Supo que quería tocarla, desvestirla, verla desnuda y dispuesta con su amplia sonrisa que mostraba todos los dientes y sus suaves manitas acariciándolo.

Se llevó a Jimena sin que nadie se diera cuenta y allá en la azotea entre entre cajas de cartón, fierros viejos y cachivaches la besó en la boca. Jimena pensó que estaba bien porque habia visto a muchas parejas besándose. Güicho le dijo que se quitara la ropa y jimena sonriente y divertida se quitó los zapatos y las medias, Güicho ardiendo la volvió a besar, metiendo la lengua en aquella boca pequeña. Jimena con cara de asco le dijo que eso no le gustaba, pero Güicho le dijo que no fuera tonta, que asi era como se querían los padres. Muy poco convencida, Jimena se dejó hacer, se dejó tocar, se dejó querer. Las manos de Güicho la liberaron del calzoncito de olanes y buscaron los escondrijos del cuerpo de Jimena. Ella quería huir, pero él la amenazó diciéndole que si se iba a contarle a alguien el la mataría. Comenzó a frotar su cuerpo contra el de ella y al final Jimena sintió la tibia esperma de su tío cayéndole por el muslo, luego el se fué dejándola amenazada, asustada y confundida. De tanto desasosiego olvidó ponerse de nuevo sus calzoncitos de olan.

Cada sábado el juego del papá y la mamá se repitió y Jimena se fué tornando triste y de mirada ausente. Despues de un tiempo indefinido que fué pasando lento y extraño, un día de reunión familiar hubo la novedad de que los abuelos mandaron a Güichito a los Estados Unidos. Curiosamente, Jimena no sintió ningún alivio, mas bien el sentimiento de confusión, asco y verguenza lo llevó cargando durante años, años inestables en que experimentó el amor y desamor de muy distintas maneras.

Casi 20 años después, Jimena se fué a vivir con su novio Humberto, quien le tuvo paciencia de santo, porque en el transcurso de su vida Jimena desarrollo extrañas manías; a veces cuando se deprimía, su fé religiosa se exacerbaba y ponía en la casa altares llenos de flores donde tenía distintas estampas de santos, oraba pidiendo perdón después de haber tenido sexo y Humberto se daba cuenta de que la perturbación de ella llegaba a un punto muy elevado cuando pasaban días y días en que Jimena olvidaba usar calzones. Ademas Jimena nunca lloraba.

Jimena le contó que de niña había sido abusada por su tío Güicho, por eso Humberto ponía especial cuidado en tratarla con delicadeza a la hora del sexo pero pasada una temporada, abrumado por el carácter siempre volatil de Jimena, Humberto terminó por cansarse. La decisión de dejarla se convirtió en un hecho cuando descubrió que Jimena guardaba en su cartera una foto de su tio Güicho. Ella le explicó que guardaba esa foto porque con ayuda de Dios lo había perdonado.

Humberto se fué, la dejó a la deriva rodeada de velas, santos y flores, sin saber que Jimena quedaba preñada. Cuando nació el bebé, Jimena no sentía deseos de hablarle, de acariciarlo o cantarle canciones de cuna. Por semanas cumplió con sus obligaciones de madre de manera automática. Un sábado acudió a la acostumbrada reunión familiar llevando en brazos a su pequeño hijo y a la hora del café llegó después de tantos años el tío Güicho, llevando de la mano a una mujer, su esposa. Jimena volvió a revivir en un instante aquellas experiencias con él y llena de miedo se fue de ahí sin decir adiós.

Cuando llegó a su casa lloró amarga y desconsoladamente, recordando su propio cuerpo infantil manchado de esperma y evocando también la imagen de su tío con aquella mujer. Sintio celos y continuó llorando hasta que se exprimió todas las lágrimas acumuladas en su pecho, fué entonces que se sintió iluminada y supo exactamente lo que tenía que hqcer. Arrulló a su hijo y besándolo tiernamente le dijo:

-Ya sé que nombre te voy a poner, te llamarás Luis. Hoy te amo mas que nunca Güichito.

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