domingo, 28 de junio de 2009

onceaba entrega: cuentos de perros, QM

Conversaciones con Dios

Por Quique Martínez


No es fácil eso de ser el Diablo. Para vos todo es regalado, tenés gente preparada que te ayude. Además vos con eso de la omnipresencia estás en todo, pero yo, no estás para saberlo ni yo para contarlo, para andar supervisando a toda la bola de tarados que tengo trabajando me lleva la gran diabla (que me oiga mi mujer). No te riás. A ver te explico.

Antier estaba yo feliz a punto de cenar, mi esposa me había recalentado una carne guisada del almuerzo y me la había servido con frijolitos parados y tortillitas recién tostadas en sartén. Estaba a punto de echarme el primer tenedorazo cuando entra Adirael. Ya sabés vaa, así mulón caminando con joroba, siempre con prisa, como que lo andan corriendo. Entra con un legajo de papeles y a mí sólo de verlo se me va el hambre. En primer lugar me cae re mal que me anden mamoneando. Yo ya sé que soy el rey de las tinieblas y bla bla bla, si mi mujer me lo anda reclamando en cada pelea que se inventa. Por qué no van al grano, digo yo. Luego de todos los adornos y que mi señor y que su majestad y no sé que otras cosas, logro que escupa lo que se trae.

Resulta que mandaba a decir mercadeo que estábamos bajos en Guatemala. ¿Cómo así? le digo yo. Porque yo me había pasado yendo por lo menos un día a la semana los últimos meses a ver las cosas allí. Pues no mirás que las encuestan dicen que ahora yo me dedico a la gente de pisto nada más. A la gente de poder. Y esos ineptos me van a venir a decir a mí cómo trabajar. Porque las entradas son más fuertes con ricos, no ven que ellos se pasan arrastrando siempre a otras personas. A qué hora me dedico yo al vulgo. Si los pobres igual y van a ir a dar conmigo. Pero no, ahora también hay qué tener popularidad. Si no soy actor de novela, digo yo.

Va, para hacertela corta, resulta que en marketing está de moda eso de regresar a lo “básico”. Entonces para llegar a más gente tenía qué hacer cosas más “sencillas”. Para estas ya mi mujer estaba en la puerta de la cocina con los brazos cruzados con una jeta de aquí al cielo. En resumen, lo que querían era que prestara más atención a las leyendas populares. Leyendas populares. Entonces la cosa estaba en que yo fuera -porque lo tenía que hacer yo verdad, nadie más podía- ya sea de Siguanaba, Sombrerón, Cadejo, qué se yo. A mí de mujer ya no me hace vestirme nadie, eso lo hice en la U y ya pasó, y de Sombrerón no estaba tan mal pero también andar enamorando patojas me consiguió una semana de dormir en el sofá. Así que el menos peor era el Cadejo. Entonces le pregunto que cuándo, y me dice que mi agenda estaba llena, que tenía que ir en ese ratito.

Me había tomado el trabajo de echarle a mi cena la cantidad exacta de chile como para que picara sabroso, así que se sintiera el sabor bien balanceado de la comida y la sazoncita del tabasco, pero suficiente como para que quedaran calientes los labios después del primer bocado, y no muy quería dejarla. Cuando entonces mi esposa somata la puerta del cuarto. No me hizo mucha gracia, pero igual y ya me había conseguido clavos, mejor me iba en ese ratito, salía una hora y todavía la contentaba antes de dormir.

Me da una dirección el Adirael y me voy pues al bar “Mi Cielo”. Llego yo convertido en un perro grandote. Lindo. Negro, negro. El pelo brillante, las orejas paraditas, patas pesadas, los ojos rojos como a mí me gustan y cola peluda, meneándose al viento. Medio había dado tres pasos cuando siento una cosa helada en el culo. Volteo a ver y un chuchito quishpinudo y jiotoso me estaba oliendo. Me voy poniendo para balazos y de un solo guau lo mandé corriendo asustado que casi se choca con un chara que estaba tirado en la acera.

Ya estaba. Sólo tenía que ir con el bolo ese, lamerle la boca, acompañarlo a la casa y ya me lo había ganado. Al final me convierto en algo así horrible para que se cague y después él se encarga de contárselo a los otros y yo me regresaba a meter mi cena al micro.

Entonces me voy acercando muy casual, así como quien no quiere la cosa, y cuando ya estaba a un par de pasos me cae un chipotazo en el hocico. El muy cabrón me había visto venir y me había tirado una botella vacía que tenía a un lado. Me dio tan duro que casi me bota los colmillos. Y me quedo yo quieto un rato, con la cabeza para abajo para que se me olvidara. Cuando oigo un Cs-cs-cs-cs.

En la puerta del bar estaba un mujerón. Pero qué te digo, ¡una señora puta! Divina. Morena de melena colocha, larga, así alborotada. Estaba agachada y del escote se le salían unas tetas… ¿cómo te explico? Caídas del cielo. ¿Me entendés? Me estaba llamando, se sobaba con el pulgar los deditos medio e índice. Cs-cs-cs-cs. Las uñas coloradas como sus labios carnositos. Olía mal pero olía bien, como a una mezcla de rosas y lavanda con pescado. En la otra mano tenía un pan con miel. Hay algunas cosas que ya uno convertido en perro no se puede resistir, como orinar en los postes, oler la caca del pavimento o la comida que te da un extraño. Y más si era un extraño como ese. Entonces yo agarré mi mejor porte, me paré derechito, caminé, abrí la boca, saqué los dientes y a punto de agarrar el pan estaba cuando ¡Juaz! Siento una mordida en la pata.

¡Verdad Chucho serote que me querías morder! Me dice el bolo. ¡Pues pa que mirés lo que se siente! Y ¡Juaz! Me pega otra mordida. Mis ojitos coloraditos, te juro que se me llenaron de lágrimas. Seguro que las caries le habían afilado la dentadura al tipo ese porque sentí que tocó el hueso. Logré zafármele como pude y salí corriendo por donde el otro perro se había ido.

Me regresé a la casa y te podrás imaginar que le habían echado tranca a la puerta. Y yo con la canilla sangrando. ¡Mi huevo que le iba a hacer a las leyendas otra vez! Mejor me quedaba con mis políticos y empresarios que igual y siempre le dan un traguito a uno. ¿Te das cuenta? Ser el Diablo no es fácil.

3 comentarios:

  1. Después de ver que a todos sí se les ocurrió, me inspiré y me salió esto. Perdón por el coloquialismo pero no lo pude evitar.

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  2. Bueno, a mi todos tus cuentos siempre me gustan, sin embargo, tengo un par de comentarios: no me gusta que en general terminas los cuentos muy rapidos, sobre todo este, vas hilandolo muy bien, y de repente como que se te fueron las ideas y zas! lo terminaste. Tampoco me gusta que escribas en un lenguaje tan coloquial o tan guatemalteco, porque eso significa que solo los que entendemos los guatemaltequismos lo vamos a entender, sin embargo no es algo malo, pero yo cada vez que leo tus cuentos, los visualizo internacionalmente, porque sos demasiado bueno, entonces siento que cuando haces eso, limitas al grupo objetivo que podria entrar a un blog publico y leerte. Pero como siempre, y sin pena de decirlo: Soy tu mayor fan. Aplausos

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  3. Me gustó muchísimo este cuento. Qué bueno que al final se te ocurrió. Y me parece bien que uses guatemaltequismos, muchos autores contemporáneos utilizan el lenguaje local.
    Lo único que no entendí fue el por qué del personaje de la esposa. Y el que el diablo haya ido a la U en Guatemala, porque me imagino que te referías a la huelga de dolores. Eso me pareció extraño. Por lo demás, genial!

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