sábado, 27 de junio de 2009

onceaba entrega: cuentos de perros, CZ

El Güero, los gringos, El Negro de la 16 de Septiembre y la madrugada Sancristobalense
Cristina Zuleta
El Güero andaba por el centro, cerca de la Catedral de Santo Domingo cuando se los encontró. Eran otros dos güeros como él,
pero no de su especie, caminaban a dos patas y no paraban de hablar; eran de esos con los que cohabitaba en los momentos
de hambre y juego, de acompañar a una solitaria o asustar a algún distraído volviéndolo de un ladridazo a una realidad entre lo urbano y lo
pueblerino. Además, estos dos eran gringos, chance y acaban de llegar y le daban alguna sobrita de su botana de viaje.
La noche, màs aun la madrugada, eran el momento del Güero, estaba lleno de energía para conseguir más energía materializada
en alimento.
-¡Chale!- Se dijo el güero - Cómo me ruge la tripa.- Se les pegó a los gringos que iban en un plan de cortejo de los más gastados que hubiese presenciado el perro color oro semióxidado. Los siguió en tono juguetón y con cautela, porque sabía la neta de lo que sentía y pensaba la gente de los callejeros como él. No quiso asustarlos y los miró a los ojos en silencio moviéndoles la cola cual bandera blanca en son de paz. Ya el callejero estaba entrenado, por si mismo y la experiencia de vida, en socializaciones de este tipo. No se le asustaron
e intrepretaron su aparición nocturna como una señal positiva para su encuentro, en el que habían aprovechado todo un día de viaje
y encierro juntos para conocerse. A este punto de la noche, ya habían coincidido en el lugar de hospedaje, la comida, los lugares visitados y los libros leídos. -¡Ay, esta gente cuándo cambiará la estrategia o irán al grano!- Se tomó un momento de la atención forzosa que le daba a su estómago para reflexionar en esto. Pero al final todos estos detalles le daban igual porque sabía que al final la noche terminaba más o menos en lo mismo. Tan pronto como los tres amigos entraban en confianza y la gringa estaba a punto de sacar la botana para el Güerito, se aproximaron a un callejón que parecía tener un guardían, un perro de esos guerreros y plena forma, claro está, con aires de grandeza sintiéndose el dueño de la calle. Se aproximo el "Negro de la 16 de Septiembre" trotando como poseido por su instinto terrenal y que agarra al Güero desprevenido y se le tira encima por detrás y suelta al mismo tiempo un ladrido gruñon. El arremetido en puro reflejo automático le lanza una mordida a la oreja izquierda, doblando el cuello y tomando impulso de la pierna de la gringa para girarse hacia El Negro, pero no alcanza. La gringa se asustá y grita, el gringo también se asusta pero convierte el grito en valentía con un ¡Eeeeh! Seguido de una pizada fuerte y sonora y un efusivo movimiento lateral de cabeza. El Negro se aleja, pues si le da miedillo el gringo y el grito de la gringa más, pero sigue gruñendo entre dientes y mostrándolos. El Güerito no le hace mucho caso e intenta pasar desapercibido caminando normal pero mirando de reojo... La pareja aprovecha para seguir a su amigo y tomar la misma actitud pero el viajero regresa
repentino con otra pisada fuerte y otro grito de ultimatum. Siguen caminando, todos estan agitados y dos cuadras después se detienen a tranquilizarse. El Güero retoma el aire jugueton, como recordando algo que no le fue entregado por culpa del apestoso ese de la 16 de Septiembre. Ella sonrié y se lo da seguido de mucha caricias y cariños en inglés, cabe recalcar que al canino le daba lo mismo el idioma.
Los acompañó hasta el Hostal Los Camellos como agradecimiento. Y siguió su andar hasta la tranquilidad oscura y fantasmal del Mercado Municipal a la 3 de la madrugada.

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