lunes, 1 de junio de 2009

octava entrega: cuentos de miedo, cz

Sub (del prefijo)

Por Isabel Zuleta

Yo quisiera preguntarle qué sueña usted, cómo sueña y ante todo cómo puede guardar ese puñado de imágenes inventadas en su memoria al despertar ¿Tuvo un mal sueño? Qué cara de acontecimiento con la que ha usted amanecido.

Le pregunto sólo porque a mi me trajeron aquí, dicen que ya no tengo subconsciente y por eso me trajeron. Soy un fenómeno, quizás, una persona con procesos psicológicos menos complicados. Pero ellos piensan que soy un peligro potencial. Sin embargo ¿cómo alguien que no tiene record de deseos frustrados, miedos y demás que puedan revelarse durante el sueño puede ser un peligro? No hay un lado que me pertenezca y sea al mismo tiempo mi enemigo. Ya intentaron entrar en mi cabeza, estudiar mi comportamiento al dormir. Mi sueño va más allá del subconsciente, debe ser algo como un descanso consciente. No hay nada misterioso que descubrir de mi mismo. Es que cuando lo hace es inconsciente, dicen. Subconsciencia: abajo de la consciencia. Inconsciencia: ausencia de consciencia.

Siempre tratan de no hacer ruido cuando vienen, me llevan a esos laboratorios aparatosos, oscuros y metálicos. No le quiero robar los sueños a nadie, no tengo un resentimiento u odio social a punto de explotar y convertirme en un asesino en serie. Asesino en busca de su subconsciente hurga en más de 55 cerebros.

El más estudiado de todos, el doctor de doctores ¿Un hombre normal? Una mente brillante e incansable y esto y lo otro... Pero no me mira a los ojos, tiene miedo de que le robe sus patéticos sueños perversos que se repiten un par de veces semanales y se han vuelto, para su placer, parte de su cotidianidad diurna y dormida. No les gusta verme; frecuentemente no es miedo, si no vergüenza estar sub... bueno, subconscientes. Me hacen sentar, la silla metálica está muy fría. A la altura de mi cabeza, una máquina colgante con dos artefactos redondos apuntando justo hacia mis ojos. Entran a los párpados pero es tan rápido que no alcanzan a tocar la esclerótica ni el iris, explica el Dr. Muller en entrevista con la revista Science Now, todo queda intacto por dentro. Pero los párpados son atravesados, antes de que termine de asimilar la rapidez de los movimientos, por pequeñas agujas como cepillos una después de la otra, con un milímetro de diferencia en perfecta fila. Una fila en el párpado superior. Otra fila en el párpado inferior. Mis ojos se quedan involuntariamente inmóviles y abiertos. Ver y que ellos vean. Me han mostrado todo en busca de sub-recuerdos, sobretodo los dolorosos porque usualmente son más notorios, pero el único riesgo de dolor intenso y delicadas gotas de sangre correr como lágrimas de mártir, sucede al mínimo intento de parpadear. Así es cada tres días, con una obligada apertura de los sentidos. Ellos creen que está allí y su obsesión común es encontrarlo, descubrirlo, dejarlo aflorar, y lo mejor sería tal vez; que me dejen salir de aquí. Y para alimento de vanidades profesionales, ego en crecendo: Respetado Dr. Muller hace salir subconsciente del enfermo Wolf, tras meses de investigaciones.

Pomada dilatadora de papilas, mi lengua se vuelve esponja. Auriculares adheribles. Tubos con cierre hermético en las fosas nasales. No puedo más que ver, oler, saborear, y escuchar lo que me obligan a. Y al final todo es una tortura sin sentido, no van a conseguir nada. Ya no los soporto, son unos malditos esquizofrénicos y paranoicos. Luego me curan los ojos, las hinchazones, las irritaciones, el dolor de cabeza intenso como una piedra punzante que me atraviesa el cerebro y la garganta hasta llegar al corazón y no puedo respirar. Pero ellos me curan, con la misma meticulosidad y entusiasmos con que me dañan, son como asesinos resucitadores.

¿Qué es esto? ¿Qué pasa? Todos corren, todos me miran. Estoy sudando ¡Silencio! ¿Qué dicen? ¿Anoche soñé? No es posible. No me acuerdo ¿O si? Los signos fueron reveladores: sudaba, gritaba y jadeaba, dicen los doctores vigías ¿Usted no sabe? Bueno, no es ese su trabajo.

Gritan que está muerto, es evidente, la sangre en todas partes salpicada como estrellitas. Hoy sus instrumentos de limpieza enrojecerán señor ¿Ya lo vió? Allí está el respetado Doc sentado en mi silla, muerto después de haberse torturado a si mismo, entonces este escándalo no tuvo nada que ver con mi subconsciente. Lo sentimos, no nos dejaba entrar, siguen chillando. Ahora con suerte me dejan salir de aquí.

4 comentarios:

  1. vos, qué clavo que no logré quitar lo amarillo... sólo logré que todo fuera amarillo y no sólo unas palabras....
    despues de que opine la mara vuelvo a opinar..

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  2. admiro que no haces literatura normal, de narrativa lienal... me encanta leer alo que reta a cerebro. Y creoq ue de todos los cuentos de miedo publicados, este representa la situacion que mas miedo me daria en mi vida: darme cuenta de que estoy bien loco... jaja

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  3. Estoy de acuerdo en que este, a mi parecer, es el mejor de la semana. No es escalofriante, porque en realidad es muy difícil provocar miedo en un espacio tan corto (y aparte yo no me asusto muy fácil jajaja), pero sí te deja una sensación de malestar. Me gusta que no tiene imágenes cursis, o lo que todos asociamos con el horror, quizás por influencia de Hollywood. Me diste en el punto con lo de las agujas en los ojos, eso a MI en específico me da miedo, todo lo que tenga qué ver con ojos. Fue fáil de leer, no por falta de gracia, sino porque está bien escrito y se nota que lo puliste luego de haberlo terminado. Felicitaciones.

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  4. Me falto decir, también, que me gustó cómo sonaban las palabras en mi cabeza, la repetición de subconciencia/inconsciencia y cómo combinaste las otras palabras es casi musical.

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