martes, 2 de junio de 2009

octava entrea: cuentos de miedo, if

Luminiscencia

Por Ivonne Flores.

Era de noche otra vez y Cristina esperaba que sucediese un milagro para no tener que ir a dormir. Cada día desde que llego a vivir a casa de su tía Teresa, se torturaba por las tardes al pensar que pronto anochecería y siempre sintiendo que algo terrible le iba a suceder. Teresa la llamó a dormir. Cristina arrastró sus pasos como resistiéndose a una condena inevitable y perpetua. Teresa fingía no darse cuenta de los asustados ojos de la niña y de su postura contraida en la cama. Cuando Teresa se acostó en su propia cama al otro extremo del cuarto, Cristina se aferró con desesperacion a su almohada pues era probable que esa misma noche la pesadilla se materializara en cuanto se apagaran las luces.

Como siempre, escuchó la voz de Teresa del otro lado de la habitación, lanzando las mismas palabras venenosas que como saetas entraban por los oidos de Cristina. El miedo era un ácido potente que corroía su corazón infantil.

-Ahí viene el diablo y te va a llevar arrastrando si no te duermes pronto...

Con esas palabras amenazantes Cristina no podía dormir, el maldito sueño uhía como conjurado por su tía, dejando a Cristina abandonada al insomnio y al terror nocturno. Así, sin poder dormir, sintiendo el paso oscuro y lento del tiempo, esperaba el momento en que sería arrastrada a los abismos infernales. A veces, sin saber si era un sueño o una fantasía, veía llegar por la ventana a un elegante pero horrible hombre de piel roja como la grana, viniendo por ella y prometiéndole con voz estentórea los castigos más terribles.

Por las mananas los compañeros de Cristina en la escuela, se burlaban de su semblante lívido y su extrema delgadez sin embargo, su triste apariencia ni siquiera despertaba la compasión de su maestra, quien siempre la reprendía por su falta de participación durante la clase y por su poca atención. Pensaba la maestra que Cristina era una niña floja y gris, porque muchas veces la sorprendió dormida en su pupitre o la veia durante el recreo sentada sola junto a los bebederos asoleándose y sin participar en los juegos y los gritos de los otros niños. Cristina era la manzana podrida, el punto negro que arruinaba su obra pedagógica de ese año.

Si, tenía razón, la podredumbre estqbq anidada en el alma de la nina, alimentándose de sombras al devorar su pequeña humanidad y traspasando su espíritu atormentado.

Cristina regresaba a su casa con cargada de cansancio infinito y con el miedo profundamente encerrado en los huesos durante el día, pero que al tornarse oscuro el cielo desplegaba sus alas para revolotear enloquecido cada vez que la tía Teresa le repetia otra vez lo que le pasaría si no se dormia pronto.

Aquella noche Cristina estaba más despierta que de costumbre despues de la cena que apenas probó. Cogió un vaso con agua porque la sed devoraba con rapidez la humedad de su boca, que estaba aterida, por eso fue incapaz de orar a aquel Dios sordo y ciego que habitaba allá en lo alto, muy, muy lejos del lecho de Cristina.

Antes de que Teresa apagara la luz, Cristina se hizo ovillo en medio de la cama, que parecía inmensa y se cubrió completamente con la sucia cobija de lana que estaba impregnada del aspero olor transpirado en las noches de inmensa desolación.

-Ya te dormiste?- Preguntó Teresa.

Cristina apretó fuertemente los parpados, deseando con todo el corazon poder dormir en ese instante y no escuchar solo por esa ocasion, la terrible sentencia de su tía.

-iTe pregunté si ya te dormiste pendeja!-

La niña movió la cabeza afirmatiamente y Teresa desde su lugar pudo ver el movimiento.

-Pinche mentirosa, pues sábetelo que el diablo se lleva a las que no se duermen pero tambien a las chiquillas mentirosas. ¡No quiero que al rato estés chillando y te vayas a mear en la cama del puro susto cuando venga a jalarte las patas!

Al decir esto, Teresa apago la luz, riendo muy quedo con cruel satisfacción.

El tiempo comenzó a pasar oscuro y lento. La respiración de Teresa se escuchaba leve y Cristina a ratos confundía el latido de su propio corazón con el sonido de pasos aproximándose y entre mas aprisa palpitaba, mas cerca escuchaba las pisadas fatales llegando ahí donde ella era presa del insomnio.

Con los miembros entumecidos, Cristina se estiró un poco. Trató de girar su cabeza para respirar mejor, entonces vió un par círculos de un naranja luminoso que flotaban paralelos en cierto punto de la habitacion, cerca de la ventana. No alcanzó a distinguir si era un sueño, pues estaba paralizada.

Los pequeños círculos luminosos alumbraban débilmente cada lugar por donde pasaban. Cerca de Cristina parecieron posarse un momento en el vaso con agua que estaba en el buró. Ella sintió como si un rayo helado partiera en millones de pedazos su columna vertebral y tambien sintió sus cabellos cargados de electricidad, hundiendose en cada poro y provocando un temblor involuntario.

Los puntos pasaron de largo y se desplazaron al lado opuesto del cuarto, hacia la cama de Teresa, ahí resplandecieron con mayor intensidad, alumbrando todo alrededor. Gracias al resplandor, Cristina vió el rictus de terror de Teresa y la boca abierta, sin poder gritar, la garganta muda ahogando un grito infinito, pues aquellos círculos incandescentes eran las pupilas de un hombre oscuro, mas denso que la misma noche.

Cristina vió como aquel ser siniestro tomaba a Teresa por los tobillos y riendo la llevaba a rastras hacia la ventana, donde tras atravesarla se escucho una risa inconcebible. Cristina no supo mas de sí, ahí en su cama ella misma se sentía caer en un agujero infinito, donde no había mas que oscuridad. Cuando abrió nuevamente los ojos ya era de día. Sintió frío porque la ventana estaba abierta al la fría mañana. La cobija de lana estaba empapada de orina, pegada a su cuerpo. Volteó a ver hacia la cama de Teresa y la cama estaba vacía. Recostada miró hacia afuera, el cielo matutino resplandecía y le recordó que su corazón aún estaba cargado de miedo e incertidumbre y que de sus parpados todavía colgaba algo que Cristina no sabia si era un pesadilla o una certeza. La única cosa que Cristina sabía con seguridad era que empezaba un nuevo día, pero que inevitablemente más tarde o más temprano daría paso a otra noche tormentosa y cuando se despidiera el sol, dejaría pintado el cielo con un irónico color naranja.

3 comentarios:

  1. buenisimo, creo que es el cuento mejor construido que has publicado... Eso en la construccion del arumento. Pero eso si, siento que este no lo releiste a conciencia, lo pudiste haber pulido un poco mas...
    saluds

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  2. Gracias por tu comentario. La intención de este cuento no es aterrorizar al lector. Es un cuento que habla del miedo que siente una niña y como éste la lleva a fantasear y a destruir imaginariamente a su tía de la manera que es mas terrible para ella. Tienes razón en lo de revisar con mas calma los cuentos. Nos seguimos escribiendo!

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  3. ¡Quién hubiera pensado que el diablo era fan de la justicia poética! Jajajaja. Cuando le aparecieron las luces al pie de la cama yo QUERIA que fuera a traer pero a la otra. Me gustó mucho, también, la simpleza de su redacción, a pesar de no ser un cuento "simple". En cuanto a pulirlo, lo siento bastante bien. Creo que tal vez se repiten mucho los nombres, especialmente "Cristina". En el mismo párrafo hay muchas veces el nombre, incluso en oraciones seguidas y en varias de ellas no era necesario decirlo. Quizás podrías implementar usar frases como "la mujer", "la niña", etc. y releerlo para que eso no suene repetitivo, especialmente en los primeros párrafos. Saludos y quedo a la espera de tu cuento breve.

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