martes, 21 de abril de 2009

primera entrega: cuentos de semana santa

La chica XL

Lucía Escobar

Lisseth estaba cansada, exhausta, agotada. No recordaba cuánto tiempo llevaba tirada en esa duna, ni hace cuántas horas que su bikini de puntitos amarillos, era una costra de mugre y tierra. Veía sus pies negros y no reconocía el pedicure francés de hace una semana, sus sandalias brasileñas habían desaparecido y le dolían los talones, los dedos, los tobillos. Estaba hinchada de tantos piquetes de zancudos, estaba quemada por el sol y sentía como si en lugar de cabeza tuviera un martillo gigante sobre sus hombros. Daría la vida por un alka setzler del de los anuncios, especial para estos días de excesos. Excesos. No recuerda cuando empezó su pesadilla, lo último que su cabeza retuvo fue la cara pervertida de su primo Erick, azuzándola para tomar tequila. No debió haber aceptado, si ya el cubetón de cerveza la había puesto lo suficientemente puta… como para no necesitar encima un tequila.

¡Que vergüenza! Va reconstruyendo pedazos de memoria con cada dolor del cuerpo. Ahora se ve encima de la mesa familiar, bailando como siempre había querido, como si fuese una mujer de club, dando vueltas alrededor del cocoquetero. Recuerda las ojos de lujuría de su tío viéndole el trasero, recuerda el coscorrón de la tía, sobre la panza de su marido, al descubrirle el libido incestuoso que sudaba.

Lisseth, saborea su boca amarga y descubre entre sus dientes, pedazos de la comida anterior, seguramente había vomitado todo el ceviche de camarón. Eso ha de ser los puntos que parecen sangre y en realidad son tomate seco.

Menos mal que ya va saliendo el sol, ahora podrá acercarse a la playa y se ubicara fácilmente. Solo será meterse un rato al mar, para quitarse tanta mugre y encontrar el camino a casa. ¿Cómo es que esta sola? ¿Cómo es que nadie la acompaña? Si cuando estaba borracha, tenía a más de cinco hombres sirviéndole, como perros olfateando su trasero. Los muy ingratos se habían largado. ¿habrá cogido con alguien? ¿Cómo saber?

Las voces le retumban en la cabeza. Se mezclan con el regattón, y el dame más gasolina, parece un mantra de mal gusto.

Otro tequila primita. Aquí le parto el limón mi sobrina hermosa. Quiere que la lleve a una fiesta, lejos de esta jauría,. Te estas pelando Liss, mira que hasta te le estas sometiendo al viejo, mejor venite a dormir ya. Detengan a la puta de Liss, que salió igualita a su madre. Otro tequila pues primita, para desinhibirse, no sea tan cuadrada. Que lindo le queda ese uniforme, le luce con sus curvas. Y esas son falsas o verdaderas, me deja tocar un poquito. A ver la llevo a recostarse ya tiene cara que le cayó mal.

¿Y el dinero, que había hecho con lo que gano como edecán XL?. Eso fue lo que la chingo, si no le pagaron con efectivo, si no en puras botellas. Malditos, esos cerotes, que gran baboseada le dieron. Ni que puta fuera, pagándole con cajas de esa mierda. Por eso es que empezó a chupar, de la pura decepción.

Poco a poco Lissh, va incorporándose, está hecha una mierda, no parece humana, no parece que tan solo anoche era una señorita, envidia de la familia, poseedora de las miradas mas ardientes del grupo. Que pasaría con la jauría, que pasaría con todos los hombres que ayer querían cuidarla. Liss se despereza y en ese instante siente un dolor agudo entra las piernas, Mierda.. cogió anoche, saber con quién putas, le duele ahí en medio. Y deplano que no uso condón, chingando.. quién sería el hijo puta que se aprovecho de su vulnerabilidad. Mierda, peor si el tío caliente, o el primo sifilioso y por que chingados la dejarían ahí tirada.

Lisetth se para, se sacude, el sol comienza a salir, y las siluetas, las sombras comienzan a tomar forma, es hora de caminar, de retomar su vida, la cabeza le va explotar, la entrepierna se siente como fuego, tiene arena metida en el culo y en cada parte “íntima de su cuerpo”, cada paso le duele mas, el rocé de la ropa con la arena y los recuerdos todos de pronto cayéndole como una lluvia de piedritas eternas.

Lisetth quisiera borrar el casette, pero los recuerdos están grabados y vívidos en ella. Son fuego que la quema, sol que la incinera.

Baja la mirada y se sacude la arena del cuerpo, del diminuto traje XL, de la piel bronceda. Camina lentamente hacia la pequeña calle del pueblo. Va cogiendo, cargando su cruz.

Justo tras ella, aparece la procesión y un Cristo bronceado, la sigue en silencio.

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